Publicado en: CUERPOS DISTINTOS DERECHOS IGUALES. MIÉRCOLES, 11 DE MAYO DE 2016
Quienes tienen alguna familiaridad con las reivindicaciones de género en Ecuador saben que Manabí es “fortaleza de la identidad trans”. Es una provincia con comunidades de base trans que tejen redes sociales y económicas entre ellas y con el resto de la población; gente particularmente “lanzada”, emprendedora y orgullosa de su identidad cultural y sexo-genérica, cuya vida gira entorno a los oficios tradicionales como la peluquería, la pesca, la cocina, el trabajo sexual, la organización de eventos festivos, y el activismo por los derechos humanos. Cuando decimos Portoviejo, Manta, Montecristi, Jaramijó, Picoazá o Chone, pensamos en la tierra de esa generación trans que se animó a entrar a la universidad más que en otras ciudades pese a la exclusión histórica, la tierra de la primera médica trans graduada en Ecuador, la tierra de los transmasculinos que se ponen su propio negocio, o que trabajan en las fábricas de harina de pescado, y la tierra de múltiples androginias montubias que no tienen ni necesitan nombre.
Varios colectivos manabitas integran la CONFETRANS desde hace más o menos una década y han participado con su presencia en los procesos políticos más importantes del activismo trans y transfeminista ecuatoriano. Son amig@s que se juntaron al sueño de la CONFETRANS cuando hacíamos reuniones en una pista, un aula escolar o una peluquería, y cuando luchábamos por el reconocimiento de la identidad de género en Montecristi. Son amig@s que participaron de la campaña de cuatro años “Mi Género en Mi Cédula” que, en diciembre de 2015, obtuvo un primer logro parcial cuando la Asamblea Nacional aprobó la posibilidad de que las personas “que así lo deseen” porten género en lugar de sexo en sus documentos de identidad. El grito de “¡aquí está la resistencia trans!” que ha resonado en la Asamblea a lo largo de estos años de lucha por la identidad ha sido en gran medida un grito manabita. El Manabí trans ha aportado garra, entusiasmo, empoderamiento decolonial dada la fuerte presencia de transgenerismos no binarios en su cultura, y esa increíble capacidad de combatir con humor la adversidad de la vida en los márgenes.
Desde el activismo transfeminista, vivimos el terremoto del 16 de abril con particular preocupación por la situación de las comunidades trans que han sido parte de una historia política y afectiva tan intensa. Procuramos inmediatamente el contacto con las lideresas y líderes que conocemos y organizamos apoyos dirigidos específicamente a esas comunidades. Contamos con la maravillosa solidaridad de comunidades de migrantes ecuatorian@s, chican@s, latin@s y y afro-queer de los Estados Unidos que canalizaron su apoyo a través de la plataforma “Chicha Radical” y de la activista Bani Campuzano, así como la de amigas en España, académicas y activistas feministas que han seguido de cerca nuestro trabajo y que no dudaron en hacer su aporte económico.
Tras coordinar algunos envíos de kits de emergencia, en días iniciales en que el agua y la comida eran lo fundamental, salimos de viaje para una visita personal y la entrega de kits de higiene el pasado viernes 6 de mayo. Atravesamos los escombros de Tarqui donde murió Michelle, de la comunidad trans de Manta, y visitamos las peluquerías destrozadas de Jocay. Visitamos a Luisa María, una peluquera trans de tercera edad que realmente se ha quedado en una situación crítica, sin techo y ofreciendo cortes de pelo a la luz de una vela. Personas como ella no se han acogido a los albergues coordinados por el MIES porque la vida trans del margen tiene otras dinámicas y otras lógicas. Su distancia respecto de las instituciones oficiales del Estado es algo que la política pública tiene que comprender para empezar a llegar de verdad. Mapeos específicos de poblaciones específicas son un buen punto de partida en este sentido. También visitamos a Marquito, transmasculino de Jaramijó y hombre-madre que perdió su casa pero no su taller de reparación de bicicletas y que, por lo tanto, sigue trabajando.
Más allá de lo difícil de los relatos de la pérdida humana y material, conversamos con las integrantes de las organizaciones Luvid y Horizontes Diversos sobre qué tipo de apoyo sería el más eficaz, capaz de trascender el corto plazo. Todas coinciden en que lo más valioso son los esfuerzos por contribuir a la reactivación económica; en este caso a la reactivación de las redes socio-económicas y solidarias que ya organizan la vida trans en Manabí: implementos y herramientas de trabajo, por ejemplo, son una prioridad.
Tras cocinar todo el día, Chavica dirige unas palabras a nuestras invitadas trans y aliad@s LGB que participan en la cena del viernes; un pretexto concebido como parte de ese abrazo colectivo que nos queremos dar para recordarle a Manabí que cuenta con mucha gente del activismo trans y del activismo feminista; gente que valora la lucha trans en Ecuador y en otras latitudes. En medio de la comida, el humor trans poco a poco vuelve a aparecer: “Si ese día hubiera habido un reinado de belleza en Tarqui se extinguían todas las trans de Manabí… Y ahí sí los fundamentalistas hubieran dicho que fue un castigo divino… Chavica, ¡ya cambia esa vida tuya, niña!”.
Nos reconforta saber que son gigantes y se van a levantar con su humor, con sus redes, con las necesarias intervenciones de la política institucional y con mucho trabajo. Y vamos a seguir caminando juntas en la lucha por que el sexo se suprima de una vez de todos los documentos de identidad ecuatorianos y se reconozca el género universal, en la lucha por la salud y la autonomía de los cuerpos femeninos y trans, y en la lucha contra la violencia de género. Fue una breve visita, de muchas por venir, para recordar que en Manabí sigue estando la resistencia trans.
Texto: Eli Vásquez - Fotos: Ana Almeida - Agradecimientos: Organizaciones confederadas Horizontes Diversos - Luvid - E. Jaramijó - Chavica Moreira, Snickers Mora, Polet Pico, Nanny Rodríguez, Luisa María Acosta, Edi Almeida y a la Plataforma “Chicha Radical” por su apoyo.