Ricardo Bravo
Activista transmasculino
Proyecto TRVNSGEN3RO
Buenas tardes público presente, compañeras y compañeros ponentes. Traigo un afectuoso saludo a nombre de todas y todos quienes hacemos el Proyecto Transgénero – Cuerpos Distintos Derechos Iguales, organización transfeminista con sede en Quito.
Un saludo y especial agradecimiento también a nuestras compañeras y aliadas de la organización Silueta X de esta ciudad, y a su distinguida lideresa, la señorita Diane Rodríguez, que por segundo año consecutivo nos hace el honor de invitarnos a participar en este importante foro.
Como activista trans masculino, me llena de emoción que por segunda vez en la historia del Ecuador el día internacional en el que se conmemora la lucha contra las fobias hacia todas las personas de diversa condición sexo-genérica, algunos de los colectivos políticos que ya han logrado mayor visibilidad, como lo son nuestras compañeras transfemeninas, sean capaces de mirar más allá de su especificidad sexo-genérica y se solidaricen con las luchas de quienes ocupamos lugares de doble y hasta triple desventaja. Este es sin duda el caso de nosotros los hombres trans.
¿Por qué hablo de triple desventaja? Porque en el caso de la transmasculinidad tenemos que vivir la circunstancia de que, primero, nuestro cuerpo de nacimiento; segundo, nuestro género escogido; y, tercero, nuestra transgeneridad en sí misma, sean blanco de fobias. En un día como hoy es importante identificar la triple transfobia que denunciamos los transgéneros masculinos, para poderla combatir y erradicar.
Hablemos primero del cuerpo de un hombre trans. Biológicamente, la experiencia que nosotros vivimos es la de la hembritud, que también podríamos llamar gino-experiencia y que compartimos con las mujeres no trans. La experiencia de la hembritud en una sociedad patriarcal es una experiencia mucho más dura que la experiencia de la biología de las personas que tienen en su haber un cromosoma Y, como es el caso de los hombres no trans, las mujeres trans y los intersexuales masculinos.
Los transgéneros masculinos somos hembros, y nótese que digo hembros y no hembras. Esta palabra es un concepto de reivindicación política generado en el Proyecto Transgénero de Quito para politizar que un cuerpo es simplemente un cuerpo y que somos nosotros y nosotras quienes le ponemos género al cuerpo. Yo tengo un aparato reproductor y una genitalidad hémbrica pero no femenina Es el aparato reproductor de un hombre trans.
Y voy a presentarles un cuerpo en pantalla que a mí me ha inspirado mucho por ser un hombre que realmente luchó por construir el cuerpo que él quería, a costa de todo, incluso a costa de tener que dejar su carrera. Él era una afamada deportista cuando era Yvonne, pero él no era feliz como mujer a pesar de que sus triunfos deportivos le garantizaban una situación económica cómoda, prestigio y respeto. Balian Buschbaum renunció a eso. Yo creo que todas las personas trans sabemos que nuestra identidad es más importante que cualquier cosa y que estamos dispuestas y dispuestos a dejar muchas veces todo a un lado, con tal de lograr ser quienes somos. Y en eso nos identificamos y nos hermanamos con las compañeras trans femeninas también.
Pero, estimado público presente, la realidad corporal de los transgéneros masculinos en nuestro país dista mucho de la realidad de Balian, porque ustedes saben que no tenemos un sistema de salud, al igual que nuestras compañeras, que nos garantice nuestros derechos. Las cirugías que algunos de nosotros deseamos o hasta necesitamos, son costosas. Las mismas hormonas masculinas son mucho más caras que las femeninas y si a eso le sumamos que los transgéneros masculinos vivimos muchas veces precariedad económica a causa de la discriminación, ustedes se podrán imaginar que el panorama es bastante adverso. Muchos de nosotros, y lo digo por mi propio caso, nos hemos hormonizado con esteroides, que implican un grave riesgo a la salud, sobretodo a la salud ginecológica.
En otras palabras, la hembritud nos genera necesidades ginecológicas muy específicas que no son atendidas por el Estado, y la falta de atención es una forma de violencia institucional que es transfobia.
El Estado debe tomar en cuenta las necesidades ginecológicas de nuestros cuerpos y, además, tomar en cuenta que algunos de nosotros ejercemos algo que es un derecho y que es la transmaternidad. Al igual que las mujeres no trans, a veces voluntariamente y otras no, resultamos embarazados. Para ponerles un ejemplo, este es mi compañero Gerald Toala, quien se considera hombre y a la vez madre de su hija Rosita.
Pero además, recordemos que los transmasculinos fuimos criados como niñas. Como todas las niñas, gozamos de peor alimentación, menos tiempo libre, y menos acceso al ejercicio físico, que las personas que tienen una Y en su combinación cromosómica, cualquiera que esta sea. Esta es la razón por la que muchos trans masculinos en el Ecuador engordan como única forma de borrar las curvas femeninas y masculinizar su cuerpo.
Pero pasemos a hablar del género. Fuimos criados como niñas y al igual que las mujeres, hemos sufrido de un patriarcado que subyuga a las mujeres en el silencio, en la sumisión y en lo que en el Proyecto Transgénero definimos como tutela patriarcal. No es de extrañar que nuestras compañeras trans femeninas, que recibieron una crianza masculina, muchas veces tengan más voz política que nosotros, se atrevan más a hablar en público, a dar la cara ante medios de comunicación, por ejemplo, o se atrevan a independizarse de sus hogares en edades más tempranas, mientras que nosotros, como les suele pasar a las hijas de familia, hemos sido controlados por nuestras familias, celados por hermanos y padres y en general, más coartados en nuestra libertad sexual que quienes llevan el privilegio de un cromosoma Y.
Finalmente, la fobia recae sobre nuestra transgeneridad en sí misma. Pienso que en este nivel las compañeras trans femeninas se llevan la peor parte, porque su transgresión se castiga con la violencia de los crímenes de odio en la calle, muchas veces con la muerte, en especial mis compañeras que ejercen el trabajo sexual y a quienes, por su valentía, respeto y admiro.
La transgeneridad masculina tal vez no se castiga tanto con la muerte, pero sí con la violación sexual, rodeada de impunidad y silencio. Muchas veces, estas violaciones - perpetradas con el objeto de "enseñar" a un hombre trans a ser "mujer" o castigarlo por haber osado, siendo hembra, ocupar el lugar privilegiado de la masculinidad - ocurren en el entorno laboral, y en algunas ocasiones sucede cuando se descubre el sexo biológico del trabajador. Si ni las mujeres denuncian las violaciones, y eso que su género es más aceptado en la sociedad, imagínense una población tan desempoderada todavía como lo es la población transmasculina.
En definitiva, los transgéneros masculinos enfrentan extrema invisibilidad, precarización laboral y el reto de muchas veces tener que desempeñar trabajos tradicionalmente considerados masculinos que demandan gran exigencia física, sin poder revelar nuestra condición. Tengo compañeros trans masculinos que han desempeñado estas tareas sin una gota de hormonas masculinas por años, sin poder revelar su condición, sin seguridad social ni beneficios laborales. A estos obreros trans masculinos invisibilizados debemos rendirles un homenaje en este día. Son tan valientes como las chicas que se paran en una esquina y reivindican su identidad. Es por eso que, como activistas, es una prioridad luchar por empoderar a nuestras compañeras y compañeros que todavía no conocen que tienen el derecho a la ciudadanía plena sin discriminación sexo-genérica, las y los que están en las calles, y las y los que viven en silencio.
Quiero, a manera de conclusión, decir que tenemos varios retos:
Primero, combatir la violencia contra el cuerpo transmasculino y promover la adecuada atención a nuestra gino-experiencia, incluida la transmaternidad. Esto pasa por la reivindicación de un acceso adecuado a servicios de salud que tomen en cuenta nuestra experiencia.
Segundo, el reto político de desaprender roles de género patriarcales que nos oprimieron y generar juntos y juntas una sociedad de igualdad sexual y genérica, donde ningún género se ponga por encima de otro. En este sentido, como hombres trans que sabemos lo que es, o lo que fue, ser mujer, tenemos la gran oportunidad de ser parte de una masculinidad distinta y no machista.
Y tercero, para finalizar, tenemos el reto de combatir las formas específicas de violencia sexual, laboral y social que sufren los hombres trans, para lo cual es imprescindible la alianza entre todas las personas sin distinción de condición sexo-genérica. Las fobias son el resultado de un sistema binario y patriarcal que nos desconoce a casi todos y todas. La erradicación de las fobias, por lo tanto, es una lucha de todas y todos. Muchas gracias por su escucha.