La Asamblea Nacional del Ecuador junto a Articulación Feminista Construyendo Igualdad: Proyecto Transgénero, CONFETRANS, Asociación Silueta X y Fundación Yerbabuena, invitan a la presentación oficial de la Campaña "MI Género en MI Cédula".
Este día jueves 13 de Septiembre, de 15H30 a 17H30, en el Salón 1 (primer piso) edificio principal de la Asamblea Nacional, ubicado en la Av. 6 de Diciembre y Piedrahita.
Ecuador cuenta con un importante marco legal para garantizar los derechos de las personas LGBTI, en el que destacan la actual Constitución política –que excluye de manera explícita la orientación sexual como causal de discriminación–, la Ley Orgánica para Prevenir y Eliminar Todas las Formas de Discriminación, así como las reformas al Código Penal que tipifican los crímenes de odio por sexo, orientación sexual e identidad de género. Pese a ello, subsisten graves vulneraciones a los derechos de esta población, como los secuestros y torturas que tienen lugar en las clínicas que buscan “curar” la homosexualidad. A esto se suma la disonancia entre estas normas y otras de carácter secundario, como la ley de Registro Civil, que en lo corrido del año ha sido objeto de varias demandas por vulnerar los derechos fundamentales a la igualdad y no discriminación.
La primera de ellas fue entablada por Nicola Rothon y Helen Bicknell, dos ciudadanas británicas que exigen el reconocimiento de la doble maternidad de su hija Satya, nacida en ese país por inseminación artificial. En diciembre de 2011, las mujeres acudieron al Registro Civil para inscribir a la menor a nombre de las dos, sin embargo, la petición fue rechazada debido a que, según les explicaron, si bien la Constitución del país reconoce los derechos de las personas homosexuales, la ley de Registro Civil, que tiene más de 30 años, no. Por lo tanto, la niña sólo puede ser reconocida como hija de Rothon, quien figuraría como madre soltera.
La segunda demanda tiene que ver con una pareja conformada por un hombre y una mujer, que intentó inscribir a su hija Camila con el apellido de la madre primero y el del padre después. Como en el caso anterior, la solicitud les fue denegada, ya que el artículo 78 de la citada ley establece que el primer apellido de una persona debe ser el paterno. Al igual que Satya, Camila aún no existe legalmente en el país.
La tercera demanda forma parte de un proyecto de reforma legislativa para reconocer los derechos de las personas trans. Impulsada por la Confederación Ecuatoriana de Comunidades Trans e Intersex (CONFETRANS) , la Asociación Silueta X y el Proyecto Transgénero, y redactada por la activista transfeminista y abogada especializada en uso alternativo del Derecho, Elizabeth Vásquez, la acción busca sustituir el sexo por el género en la cédula de ciudadanía ecuatoriana. El proyecto de ley fue acompañado por la campaña “Mi género en mi cédula” , lanzada el pasado mes de Julio en la Comisión de Gobiernos Autónomos y Descentralización de la Asamblea Nacional del Ecuador.
En entrevista con el CLAM, Elizabeth Vásquez, quien se desempeña como coordinadora política del Proyecto Transgénero – Cuerpos Distintos, Derechos Iguales y asesora legal de CONFETRANS, habla sobre esta iniciativa, discute las alternativas legales para el reconocimiento de las identidades trans en Ecuador y se refiere al alternativismo jurídico como estrategia para el reconocimiento de derechos mediante el uso inusitado de conocimientos y técnicas jurídicas convencionales.
¿Podría señalar cuál es el fundamento del proyecto de reforma a la Ley de Registro Civil y de qué manera la sustitución del sexo legal por el género en la cédula de ciudadanía contribuiría al reconocimiento de los derechos de las personas trans?
La Reforma a la Ley de Registro Civil que he propuesto, y que la Confederación Ecuatoriana de Comunidades Trans e Intersex y organizaciones aliadas han presentado ante la Asamblea Nacional del Ecuador, se fundamenta en la conjugación de tres preceptos constitucionales: el principio de igualdad ante la ley y no discriminación por identidad de género, el derecho a la identidad y el derecho a la intimidad. Mi argumentación formal recoge no sólo la necesidad de operativizar estos preceptos en la legislación secundaria, sino que alega una discordancia manifiesta entre Constitución y Ley de Registro Civil: la norma secundaria, que data de 1976, mantiene un registro de sexo que resulta inexacto en tanto rezago de una tradición civil que no hacía distinción entre sexo y género. Esto no se compadece con una norma suprema de avanzada como la nuestra, que reconoce, de la mano de los desarrollos filosóficos, sociológicos y jurídicos más contemporáneos, esa faceta de la identidad personal llamada identidad de género. Por consiguiente, la armonización normativa destinada a superar el anacronismo civil en aras del mandato constitucional se plantea, desde nuestra perspectiva, como obligatoria y no como programática.
La propuesta de sustituir la existente mención registral de sexo por una mención registral de género,creando así una nueva categoría de identidad civil, es una estrategia distinta a la que la mayoría de legislaciones y proyectos de ley en materia de identidad de género proponen. Usualmente, las propuestas se vuelcan en conquistar el acceso de las personas trans al cambio en la mención registral del sexo, sin cuestionar la relevancia misma de esa mención registral. Yo pienso que el cuestionamiento de las categorías “sexo” y “género” que nuestra distinta entrada supone es en sí mismo beneficioso para el reconocimiento de los derechos de las personas transgénero porque inaugura un debate normativo que aspiramos sea de largo aliento, no sólo en la discusión de esta reforma concreta, sino en la de futuras propuestas de ley que toquen temas trans. La idea es que la ponderación legislativa del sexo y el género, a partir de esta discusión, ya nunca sea la misma.
Más allá de este aspecto filosófico-jurídico, la sustitución de género por sexo que proponemos, de llegar a aprobarse, acarrearía inmediatos beneficios prácticos; en lo principal, el ejercicio y exigibilidad automáticamente mejorados de todos los derechos por parte de las persona trans. La identidad, como lo recoge la campaña “Mi género en mi cédula”, que acompaña a nuestro proyecto de ley, es la puerta que abre o cierra el acceso a la educación, la salud, el empleo, la vivienda digna. La puerta al ejercicio ciudadano se abriría por partida doble si el género se reconociera en la cédula ecuatoriana: por un lado, a través del empoderamiento que a much@s* les generaría tener una identidad legal concordante con la identidad propia y, por otro lado, a través del freno a la discriminación por parte de tercer@s que la reforma supondría. Hoy en día, muchos actos de discriminación por identidad de género se encubren bajo el argumento de que el empleador, la institución pública o privada, o quien quiera que sea la entidad discriminante, no está discriminando sino tratando a la persona trans, en un alarde de legalidad, “de acuerdo al sexo oficial que consta en el documento”.
Por otra parte, con la reforma se eliminaría lo que hoy en día es una forma de violación institucional del derecho a la intimidad que afecta particularmente a las personas trans: en aquell@s ciudadan@s en quienes género y sexo no concuerdan, la mención registral del sexo tal como está concebida revela automáticamente, sin su consentimiento, el hecho de su transgenerismo. Y muchas personas trans no desean revelar algo que, en clave constitucional, debe leerse como un dato de la vida privada que amerita protección. Pero, hilando aún más fino, el actual sistema registral viola la intimidad de todas y todos (no sólo la de las personas trans) puesto que consigna en la cédula de ciudadanía un dato sobre nuestra anatomía en el que el Estado no tendría por qué meterse. “La foto (de la cédula) es la de mi cara y no de mis partes íntimas”, dice Gustavo León, quien participa en el spot audiovisual de la campaña “Mi género en mi cédula”, sugiriendo que una mención registral tan directamente ligada a la corporalidad sexual resulta, además de inexacta, intromisiva. El debate toca, en este punto, la esfera de la autonomía corporal y la lucha por suprimir todas las formas de control y tutela patriarcal sobre la sexualidad y la reproducción que históricamente han pesado sobre las mujeres y sobre quienes ocupan los lugares sociales de lo femenino. Entender que, mucho antes de controlar la sexualidad y la reproducción, o precisamente para el efecto, el Estado controla el fenómeno mismo del sexo, es una buena razón para apoyar la reforma que proponemos.
Sin perjuicio de todo lo anotado, nuestra propuesta de ley hace énfasis en que la irrelevancia del sexo es civil. No excluimos que el sexo sea jurídicamente relevante en otros planos: por ejemplo, a la hora de normar fenómenos específicamente asociados con la diferencia sexual, como la maternidad, o a la hora de sancionar la discriminación por sexo como una manifestación específica de atentado al principio de igualdad. Por lo tanto, no proponemos la completa supresión jurídica del sexo. De hecho, nos parece importante que permanezca consagrado, en el plano de la interpretación constitucional, como un factor no susceptible de discriminación. De donde queremos sacar al sexo es, sencillamente, de la cédula de ciudadanía.
¿Este reconocimiento no estaría contemplado en la Ley de Registro Civil, Identificación y Cedulación del Ecuador, que permite la modificación del sexo de la persona inscrita?
No. El artículo 89 de la ley ecuatoriana actual permite la anulación o la reforma de la partida de nacimiento vía juicio sumario, entre otras hipótesis, “si cambiare el sexo del inscrito”. Las y los abogados nos hemos valido de esta redacción para emprender los engorrosos (y en la práctica nada sumarios) juicios de cambio de sexo que hoy en día constituyen una de las dos alternativas de que disponen las personas trans en el Ecuador para cambiar la mención registral de ‘F’ por ‘M’, o viceversa. Cuando la vía del artículo 89 es la que se emprende, nos enfrentamos a los criterios absolutamente particulares de cada operador de justicia: así, puede tocarnos una jueza muy conservadora para quien la llamada “verdad cromosómica” sea la prueba incontestable de que el sexo del peticionario nunca ha cambiado ni podrá cambiar, como puede tocarnos otra muy progresista para quien la identidad de género sea el criterio relevante en la determinación del sexo civil. Hasta la fecha, el cambio de sexo por la vía prevista en el artículo 89 sólo la han logrado personas transfemeninas que emprendieron cirugías de modificación genital, con peritajes médicos de por medio. Esta es una limitación que, como se ha discutido ampliamente a nivel internacional y plasmado en los Principios de Yogyakarta, es una exigencia en sí misma violatoria de los derechos sexuales y reproductivos de las personas trans y condicionamiento injustificable del derecho a la identidad.
La segunda alternativa con la que cuentan las personas trans en el Ecuador es solicitar el cambio de sexo por la vía administrativa y emprender acciones de protección sobre las negativas. Salvo el fallo vanguardista del juez Ramiro García en el caso Estrella Estévez (2009), que ordenó la rectificación registral del sexo con base en la sola identidad de género de la ciudadana Estévez, esta segunda vía tampoco ha sido particularmente fácil o exitosa en la experiencia de las personas trans. Dicho sea de paso, en ningún caso un mecanismo restaurador de derechos fundamentales violados, como lo es la acción de protección, debería ser la vía regular para lograr el respeto a la identidad de género en la cédula de ciudadanía.
Además de este proyecto de ley, en Ecuador cursan otras demandas relacionadas con la Ley de Registro Civil. En su opinión, ¿cuál es el problema jurídico de fondo que revelan estas demandas?
Al normar la vida humana, y en concreto las instituciones de “identidad” y “familia”, el derecho civil parte de varias presunciones entorno al fenómeno sexual y a lo que de él deriva. La ley asume que el fenómeno sexual es una realidad unívoca, estática, complementaria y jerárquica. La vida humana, por su parte, contradice cada una de esas presunciones. Ni el sexo es tan unívoco –ahí está el fenómeno de la intersexualidad–; ni es tan estático –ahí están las personas que “cambian de sexo”–; ni es tan “complementario” (en sentido heteronormativo) –no siempre masculino y femenino son los que se unen sexualmente–; ni es (siempre) tan jerárquico –no siempre la relación de poder es de masculino sobre femenino, o de marido sobre mujer. Y, por supuesto, si los sexos-géneros (y los deseos) de las personas no siempre son los que “el legislador” imaginó, las familias que esas personas constituyen tampoco son siempre lo imaginado. En definitiva, como lo he expresado en otras partes, lo que los casos que empiezan a judicializarse en Ecuador develan son los límites de una institucionalidad civil sexuada en binario.
Ecuador cuenta con importantes herramientas legales para garantizar la igualdad de derechos de personas LGBTI. Pese a ello, persisten graves problemas de vulneración de derechos por orientación sexual e identidad de género, como las clínicas que pretenden “curar” la homosexualidad. ¿Considera que el marco legal actual es suficiente para combatir la discriminación por estas causas? ¿Qué otras medidas cree que deberían ser implementadas?
Un marco legal por sí solo nunca es suficiente, aunque su existencia es fundamental. El hecho es que el proceso legal y el social se afectan mutuamente de múltiples maneras y entender esa relación dinámica y responder con un activismo inteligente desde muchos frentes puede significar la diferencia. Creo que en el Ecuador faltan políticas públicas, específicamente políticas de igualdad en materia de diversidad sexual y de género, y que ese es uno de los frentes en que debemos trabajar. También hace falta pulir mecanismos a nivel de legislación secundaria, sobretodo para la efectiva procesabilidad de casos de discriminación. Un gran paso para este efecto sería la aprobación del proyecto de Ley de Igualdad entre Mujeres, Hombres y Personas de Diversa Condición Sexo-genérica, presentado hace dos años por la Comisión de Transición – Consejo de las Mujeres y la Igualdad de Género y apenas calificada por la Asamblea este año. Esta propuesta de ley contiene procesos expeditos en materia de discriminación cuya implementación sería de gran utilidad práctica. Trabajé en la introducción de la categoría ‘personas de diversa condición sexo-genérica’ en ese proyecto de ley y pienso que esa categoría puede constituir un aporte adicional hacia una ingeniería jurídica más flexible y a la vez más precisa de los fenómenos del sexo y el género.
Si se me pregunta qué más falta en el Ecuador, diría sin duda que activismo judicial: más “casos Satya”, más demandas y planteamientos judiciales de alto impacto que enseñen al sistema jurídico que la diversidad sexogenérica existe y que la evolución normativa es necesaria. Pero tampoco hay que olvidar que estamos a sólo cuatro años de vigencia de la nueva Constitución y que, en la última década, los cambios que han ocurrido en el Ecuador han sido notables y, en perspectiva, muy rápidos.
Usted ha desarrollado otras acciones orientadas al reconocimiento de los derechos de personas LGBTI en el marco del alternativismo jurídico. ¿Podría explicar en qué consiste, de qué modo ha sido empleado en lo relativo a la orientación sexual e identidad de género y cuáles son sus principales alcances y diferencias con relación a la perspectiva de los derechos humanos?
Llamo alternativismo a la práctica de “subvertir desde dentro” volcando conocimientos y técnicas convencionales, hegemónicas incluso, en agendas no convencionales. Mi práctica legal alternativista ha consistido en impulsar acciones concretas de uso alternativo del derecho (UAD), desde litigios estratégicos hasta proyectos de colaboración arte-derecho, como lo fue el “primer matrimonio gay del Ecuador” (2010) en el que intencioné la producción de una paradoja legal y la consecuente puesta en evidencia de los límites del binarismo jurídico. En materia de orientación sexual e identidad de género, he implementado varios UAD: comencé a legalizar uniones de hecho en el 2004 cuando aún no estaban reconocidas por la ley a través de la implementación de contratos creativos; he implementado propuestas de derecho callejero con comunidades de trabajadoras sexuales trans; y en la actualidad estoy trabajando en un proyecto de reconocimiento de otras formas de estructura familiar. Entre otras técnicas, el alternativismo utiliza subversivamente los vacíos, las fallas y las contradicciones en el sistema legal, como es el caso de la contradicción que he referido entre la Constitución y la Ley de Registro Civil sobre la que he estructurado la propuesta “Mi género en mi cédula”. Creo que el alternativismo es más irreverente que el ‘derechohumanismo’ y eventualmente está más comprometido con la capacidad de agencia y respuesta frente al sistema jurídico que con el sistema jurídico mismo. Sin embargo, prefiero no plantear las diferencias entre una y otra perspectiva en términos antagónicos. En la práctica, muchos procesos sociales se benefician de estrategias alternativistas y derechohumanistas en distintos momentos.
El feminismo ha hecho innumerables aportes a los movimientos LGBTI, sin embargo, se observan marcadas diferencias entre ambas luchas políticas. Tal es el caso de la crítica feminista a los modelos hegemónicos de género reproducidos por mujeres trans, que pueden resultar liberadores para las últimas, pero opresores para el resto de las mujeres. ¿Podría explicar en qué consiste su propuesta transfeminista y de qué modo ha conciliado estas y otras tensiones?
Por transfeminismo entiendo aquella corriente del feminismo que rebasa el binario de género; es decir, la presunción de que existan únicamente dos sexos-géneros, o peor dos únicos sujetos (mujeres y hombres) y que se compromete, desde una alianza entre quienes ocupan los lugares sociales de lo femenino y/o tienen conciencia de la subalternidad de esos lugares, en la lucha contra la opresión y la tutela patriarcal. En la experiencia política de mi organización, Proyecto Transgénero, esa alianza se ha dado particularmente entre mujeres y personas trans, pero el transfeminismo no excluye a los hombres ni a nadie por su condición sexo-genérica. Al contrario, nos oponemos radicalmente al fundamentalismo identitario.
En la medida en que desde el transfeminismo nos hemos concentrado en combatir el carácter sistémico de la opresión patriarcal, hemos logrado resolver tensiones que a nuestro juicio parten de una desafortunada esencialización de los sujetos: los hombres, las mujeres, las mujeres trans, etc. y las supuestas características de cada un@. Entonces, en lugar de preguntarnos por la reproducción de estereotipos de género por parte de las mujeres trans, preferimos preguntamos por la reproducción del género en general (pues tod@s reproducimos género inevitable y estereotípicamente en mayor o menor medida), para luego preguntarnos por qué nos pesa más que la reproducción sea encarnada por determinados sujetos que por otros y continuar desenmascarando aspectos de la opresión patriarcal. En definitiva, ser transfeminista es creer que ni la reproducción, ni la transgresión del género, ni tampoco la emancipación feminista, son patrimonio exclusivo de determinado(s) sujeto(s).
Ahora bien, hay tensiones políticas con determinados sectores políticos LGBTI que sencillamente tienen que ver con la ausencia de perspectiva feminista en ellos; con su falta de compromiso con los derechos sexuales y reproductivos, con el asimilacionismo que plantean conquistas ciudadanas LGBTI sin cuestionamiento alguno de las estructuras patriarcales en que esas conquistas se insertan y, en los casos más álgidos, con la abierta misoginia que exhiben algunos colectivos gays. Con estos sectores, no se trata de resolver tensión alguna, sino de sostener el debate político.
* En algunas palabras, la “@” es empleada como sustituto o conjunción de los marcadores de género “a” y “o” en concordancia con el uso dado por la entrevistada a este símbolo tipográfico.
Vea a continuación el video de la campaña Mi género en mi cédula.
Ricardo todavía conservaba su aspecto femenino cuando se plantó frente a sus padres y hermanos para decirles que no le gustaban los hombres. Tenía 18 años y quería andar descamisado como sus hermanos varones. Después de ese día, solo su padre le volvió a hablar. “Le hice ver un documental sobre la transexualidad y al final me preguntó cómo debía llamarme de ahora en adelante”.
Isabel, en cambio, esperó hasta tener una profesión para deshacerse de la hombría que le habían inculcado en la academia militar donde estudió. Con 25 años, el pelo largo y una ingeniería, enfrentó a su madre y para complacerla pasó por la consulta de varios psiquiatras. “Me hablaron de terapia electroshock, me recomendaron leer la Biblia y uno me dijo que lo mejor era cortarme el pelo y volver a la milicia”. Pasaron dos años antes que su progenitora aceptara la realidad. “Al final solo me pidió que jamás me vistiera como mujer en casa”.
La transexualidad está considerada como una enfermedad mental. En los catálogos de la Asociación Americana de Psiquiatría y la Organización Mundial de la Salud la llaman disforia de género y la describen como un desacuerdo profundo entre el sexo biológico y el sexo psicológico.
El movimiento trans en Ecuador apoya la despatologización de la transexualidad, pero también reinvindica otros derechos como el acceso a la vivienda y la salud. “Cuerpos distintos, derechos iguales” es el eslogan del Proyecto Transgénero que lleva una década de actividad. Ana Almeida, su directora, explica que en este tiempo han trabajado con medio millar de personas transgénero. La Casatrans es el núcleo de este activismo. Dentro de sus paredes pintadas de un azul brillante y decoradas con fotos de transexuales famosos se encuentran las personas que han asumido nuevas identidades de género.
Ricardo tiene la voz ronca y la masa corporal de un hombre gracias a los esteroides que toma sin prescripción. “Sé que puedo tener problemas en el hígado o en el corazón, pero los anabólicos son más baratos que las hormonas masculinas que cuestan más de USD 100 y que además se venden con receta”, cuenta.
Su padre le ayuda a comprar los esteroides que cuestan USD 16 en promedio. Lleva cinco años modificando su sexualidad femenina y en este tiempo no ha podido acceder a ningún endocrinólogo. Tampoco ha pasado por el quirófano para hacerse las operaciones para el cambio definitivo de sexo: la histerectomía (la extirpación del útero) y la mastectomía (la remoción de las mamas). Solamente oculta sus pechos con una faja y soporta que le digan lesbiana en la universidad.
Isabel lleva seis años con su transformación y ya ha pasado por el quirófano para borrar el sexo masculino con el que nació. Su transformación ha sido diferente porque su carrera de ingeniería le ha facilitado los recursos económicos para hacerlo. Lo primero que hizo fue buscar a un endocrinólogo que había ayudado a otras trans y le pidió ayuda. “Me pedía total confidencialidad y me atendía por las noches, cuando ya se iban sus pacientes”, cuenta. Pero pese a los inhibidores de testosterona que le recetó este profesional, no ha podido suavizar su voz masculina porque empezó tarde con el tratamiento.
Ambos transgénero coinciden en que la supervisión de un endocrinólogo y la ayuda de un psicólogo reducirían los problemas de salud que afrontan, sobre todo las transfemeninas que cambian de hombre a mujer. “El problema de muchas trans es que se automedican, toman anticonceptivos caducados y se inyectan silicona líquida en su desesperación”, cuenta Isabel.
Los transmasculinos, que van de mujer a hombre, pasan desapercibidos y la mayoría mantiene su cuerpo femenino, además que en el país no se hace un cambio de vagina a pene . “A veces nos maltratan y he oido de violaciones, pero en ese país es más facil ser hombre”, dice Ricardo.
Raúl Jervis, de la Sociedad Ecuatoriana de Endocrinología, dice que a su consultorio han llegado transexuales, pero que por ética no puede ayudarles. “No existe un protocolo para tratarlos y lo que hacemos es aconsejar la intervención de los psiquiatras”.
Carolina , que preside la Asociación de Transfemeninas Gran Pasaje, cuenta que se inyectan la silicona líquida que compran porque las cirugías son muy costosas, en torno a USD 10 000 por retoques en el rostro, pechos, caderas y el cambio final de sexo. “Un litro de silicona espesa cuesta unos USD 26 y con eso nos alcanza para los cachetes o para aumentar el pecho. Sabemos que hay riesgo de que la silicona se riegue por el cuerpo, pero es vivir o morir”. Tiene 33 años y empezó a cambiar en la adolescencia, cuando dejó su natal Guayaquil. Se ha inyectado cuatro litros de silicona; dos en los glúteos, dos en las caderas y algo en los pómulos. “No me pongo en el pecho porque hay una vena que va al corazón y muchas han muerto”, cuenta. Carolina trabaja en la calle y sueña con reunir el dinero para implantes e irse a trabajar en Chile o Brasil. “Allí la gente está más abierta al trabajo que hacemos”. Ninguna de sus compañeras habla de una transformación total, quieren conservar su carácter trans. Tienen el carné del Proyecto Transgénero, donde se inscribe su sexo legal y el género que asumieron.
La lucha por la igualdad
El despertar político de las asociaciones lésbicas, entre 2001 y 2002, dio paso a la lucha por la diversidad sexual en el país.
En el 2004, 14 organizaciones de la sociedad civil trabajan bajo el lema “Acción contra la Discriminación” y presentan la Ley Antidiscriminación y algunas reformas al Código Penal para tipificar crímenes de odio.
En la Constitución de 2008, los distintos colectivos logran introducir sus propuestas para que se respete la libertad de estética y la libertad sexual en el país.
Fotografía de Ana Almeida Vélez, Engabao, enero 2012.
"Soy John, "la John" o "John" así nomás. La o él no importa; aquí eso casi no importa. Otro nombre no, porque todos me conocen como John. Nada saco con otro nombre si todos me conocen como John y saben que estoy aquí, en esta peluquería. "No necesito hacerme nada, si salgo de Engabao a donde no me conocen me tratan como mujer. A ella (Ramos) le dicen varón; a mí mujer".
John García, enchaquirad@, intersex y, sobretodo, peluquera oficial de la comuna de Engabao.
El sábado 20 de Agosto de 2011 la CONFETRANS se celebró en la comunidad de Engabao y Puerto Engabao, Guayas.
Se empezó con un abordaje y reconocimiento de la zona para tener un mapeo de las personas trans que viven en la comunidad y sus alrededores. El propósito en cada visita es entablar un diálogo, conocer la realidad trans y determinar el nivel de empoderamiento social, político y cultural.
AL EMPEZAR
En horas tempranas Ana Almeida conferencista invitada elaboró un registro fotográfico de la población de Engabao que hace parte de nuestra estrategia de comunicación.
El Mapeo de las comunidades Engabao y Puerto Engabao se hizo charlando con personas originarias de la zona para identificar a las poblaciones trans. El amigable personal de las peluquerías John y Richard, nos abrió la puerta al contacto con la población trans de Engabao y el acercamiento a pescadores en horas de regreso al puerto nos facilitó el contacto con la población trans de Puerto Engabao.
Las personas trans de este lugar tienen diferentes oficios y desempeñan trabajos desde la pesca hasta diseño de interiores.
Se sostuvo una conversación; con el Presidente de la Comunidad, Sr. Juan de la A; para introducir los contenidos de un proyecto de reciprocidad Quito - Engabao y se solicitó realizar un evento en la Casa Comunal a las 20:00 con la comunidad trans; la presentación del documental “Patrulla Legal: el Derecho en la Calle”, el cual tuvo una bien recibida aceptación por su parte.
CONVERSATORIO
El Debate sobre realidades de personas trans en la comunidad de Engabao, fue dándose de una manera muy natural, y con alto nivel de participación y entusiasmo.
Hablaron de sus necesidades y perspectivas con el proyecto de reciprocidad Quito – Engabao y mencionaron que les interesaría recibir talleres de estilismo, diseño y confección, asesoría legal, fotografía, organización de eventos estéticos y lo más importante organización política.
REALIDAD SOCIO CULTURAL
Descendientes de la cultura HUANCAVILCA las personas trans de Engabao son los modernos enchaquirados: andróginos.
No experimentan complejo respecto a su nombre legalizado pero varias aspiran al cambio de nombre legal como una novedad reivindicativa.
Además, revelar su "nombre artístico", cosa que hicieron en una dinámica de grupo propuesta por activistas del PROYECTO TRVNSGEN3RO, en gran complicidad y confianza.
Pese a su riqueza cultural, la comunidad trans de Engabao no puede evitar mirar como horizonte a la comunidad de Playas (lugar de socialización, contacto y trabajo sexual), donde, por una parte, el corporativismo gay, ha avanzado bastante y por otra parte, las prácticas de normalización corporal a través de intervención de silicón y hormonal son mucho más agresivas.
Gracias a Franja Arte Comunidad por estos 10 días de Engabao Enchaquirado!! Y a Hugo Benavides, autor de "Historizando los Enchaquirados" por su inspiración y su apoyo a nuestro proyecto.
Estas y otras preguntas serán las que abordemos el miércoles a las 18h00 con nuestra invitada especial, la ñaña vasca, malhablada, pro-puta y aliada transfeminista del otro lado del charco, Itziar Ziga
Itziar Ziga: (Rentería 1974). Periodista inadaptada, feminista hereje, vedette de extrarradio, ha publicado los libros de ensayo Devenir Perra y Un zulo propio (Melusina 2009), así como numerosos artículos y cuentos en diversas publicaciones colectivas. Sólo para la revista Parole de Queer es la Doctora Ziga.
A continuación citamos un extracto de la comunicación que recibimos el día de hoy 30 de septiembre, afortunada la insistencia de Annie Wilkinson, que junto a Elizabeth Vásquez y Ana Almeida (co-autoras de la propuesta); encontró la carta de aceptación en su bandeja de spam.
"Recibimos más de 800 propuestas para 100 espacios de sesión. Las propuestas provinieron de diversas regiones del mundo, en cuatro idiomas diferentes, la mayoría de excelente calidad y que además representan una diversidad de temas, proyectos, grupos e intereses. Las propuestas de sesión fueron revisadas cuidadosamente por el personal de AWID y por nuestro Comité Internacional de Planeación. Cada propuesta fue recibida al menos por 3 personas y las 100 sesiones seleccionadas fueron evaluadas por más de 30 personas. Como podrá imaginar, dado el número de propuestas y su calidad, decidir qué propuestas se incluirán en el foro se tornó sumamente difícil. Finalmente, se tomó la decisión, teniendo presente los criterios de selección, así como la necesidad de un equilibrio relativo entre temas, regiones y afiliaciones."
Felicitaciones a Annie, Elizabeth y Ana por su perseverancia y trabajo incansable en torno a las diversidades sexogenéricas en Ecuador.
Entrevista con Elizabeth Vásquez(1) y Joey Hateley(2)realizada por María Amelia Viteri(3)
Fuente: LatinArt.com
María Amelia: Joey y Elizabeth, lo que quisiera primero es un breve recuento de su trabajo. Platíquenme un poco al respecto. Lo utilizaremos a manera de presentación para la entrevista.
Joey: TransAction Theatre Company (Compañía de Teatro TransAcción) crea “Performance from the Periphery” (Performance desde la Periferia) para reflejar y responder a la diversidad en la cultura contemporánea. Con sede en Londres, TransAction Theatre Company crea proyectos basados en problemáticas, innovadores y experimentales de la más alta calidad por medio de performances incluyentes, culturalmente variados y artísticamente multidisciplinarios. TransAction colabora con distintas comunidades, artistas y organizaciones para crear un programa multidisciplinario de proyectos teatrales socioculturales de vanguardia. TransAction realiza proyectos de intercambio cultural artísticos y participativos que exploran las formas en que entendemos nuestra comunidad de identidad y nuestro lugar en el mundo. Su labor se centra en la problemática de identidad, el potenciamiento y la inclusión utilizando teorías de cambio social, teatro de la liberación y políticas de afiliación. Recurrimos al intercambio creativo así como a la exploración para construir interconexiones y entendimiento entre distintas disciplinas, contextos y personas. Dirijo una amplia variedad de proyectos para teatros, conferencias, eventos culturales y capacitación para organizaciones, grupos con intereses específicos, artistas, actores y estudiantes universitarios.
María Amelia: Eli, te haré la misma pregunta en torno a Proyecto Transgénero.
Elizabeth: El PROYECTO TRVNSGEN3RO es a la vez una propuesta política y una organización que se define como transfeminista, intercultural y alternativista.(4) Trabaja en el fortalecimiento de la identidad trans en el Ecuador a través de estrategias socioculturales, políticas, legales, comunitarias, artísticas y combinadas, de ejercicio y exigibilidad de derechos y espacios de los que las personas trans e intersex han permanecido históricamente excluidas. Nació en el año 2002 con la puesta en marcha de la Patrulla Legal –una experiencia de activismo legal callejero con comunidades de trabajadoras sexuales trans de Quito–, que hoy es uno de los componentes del Proyecto. En el 2006 se estableció su segundo componente, la Casa Trans, que además es su sede. Otros componentes son la propuesta artística TransTango y el Programa de Formación de Activistas Transfeministas. Además, el Proyecto Transgénero impulsó la creación de la Confederación Ecuatoriana de Comunidades Trans e Intersex – CONFETRANS.
María Amelia: ¿Cómo empezó esta idea del “matrimonio gay”, a qué se debió?
Elizabeth: En el 2007, empecé a formular teóricamente un uso alternativo del Derecho (“UAD”) que consistiría en la celebración de un matrimonio entre dos hombres. Para lograr esto que en principio sería imposible bajo la ley ecuatoriana, uno de los contrayentes tendría que ser un hombre trans –es decir, asignado “mujer” al nacer–, que conservara el sexo legal femenino en sus documentos a pesar de su identidad social masculina. El otro tendría que ser un hombre asignado varón al nacer, cuyo sexo legal masculino se correspondiera con una identidad social también masculina. Un matrimonio gay en estos términos tendría que admitirse gracias a que lo contraería una pareja ajena a la imaginación del legislador – y a sus prohibiciones.
Llevo ocho años haciendo “UADS” y el proceso creativo comienza por el diseño de una “técnica alternativista” que luego se ejecuta en un caso práctico. La técnica debe intencionar “la subversión desde dentro” del sistema legal; de ser posible en varios niveles e incluso en la lógica que lo cimienta.
En el 2004, diseñé y ejecuté un UAD que considero precursor del matrimonio gay que nos ocupa. Se trató de la regulación de una unión de hecho gay en un momento en que el marco jurídico ecuatoriano todavía no reconocía esta figura en parejas del mismo sexo. La técnica que utilicé en ese UAD fue el “rediseño subversivo” de otra institución ya existente: una sociedad mercantil, de la que dejé sólo el cascarón, vaciando su contenido (regulación de derechos y obligaciones entre socios comerciales) y sustituyéndolo por un contenido distinto: regulación de derechos y obligaciones entre dos miembros de una pareja gay. Valiéndome del principio de “autonomía de la voluntad” que estructura el derecho privado -“se puede hacer todo lo que no esté expresamente prohibido”- incorporé formalidades que emularon el estilo de la institución pública prohibida -el matrimonio- como la comparecencia de testigos y cláusulas de obligaciones “morales” que ellos mismos redactaron. Y como, en virtud del antes referido principio, “el contrato es ley para las partes”, Alex Carrillo y David Bermeo se juraron amor en los términos por ellos mismos pactados, en la Notaría 32 en Quito. El notario no pudo objetar la celebración de esta unión de hecho, intercambio de aros incluido, porque jugamos con su rol en el sistema: el notario es el “dador de la fe pública” y tuvo que limitarse a dar fe de que esta experiencia gay existía.
En el 2008, tuve la oportunidad histórica de trabajar como asesora de la Asambleísta Tania Hermida en el proceso Constituyente de Ecuador y eso me permitió contribuir a la normativa constitucional de familias. El sector gay asimilacionista o “corporativo” se concentró en la agenda de la unión de hecho para parejas del mismo sexo mientras que l@s transfeministas nos concentramos en lograr el reconocimiento de “varios tipos de familia”; un concepto constitucional amplio que incluyera a las parejas del mismo sexo dentro del paraguas de la diversidad familiar, pero también a muchos otros vínculos familiares y parentescos alternativos históricamente desprotegidos por la ley. Y lo logramos. Paralelamente, mi Asambleísta y yo nos jugamos por lograr la formulación de la “no discriminación por identidad de género” y la de la “libertad estética”; normas que sabíamos que iban a establecer parámetros importantes para el desarrollo de derechos trans.
En el marco de esa concepción constitucional vanguardista de “familia” y de género, pero también en el marco tensionante de una especificación constitucional de heterosexualidad del matrimonio que en la anterior Constitución no existía (y que desde el punto de vista formal podría considerarse un retroceso escrito a renglón seguido de tanto avance), llega nuestro matrimonio gay.
Pasando ya a la discusión de la técnica alternativista, la bauticé como “la producción de una paradoja jurídica” y consiste en poner al juez en una situación sin salida en la que, para mantener la histórica negación jurídica de derechos trans – es decir, reducir legalmente a “mujer” a un hombre trans – debe hacer una lectura progresista de derechos gays y admitir este matrimonio entre dos identidades de género masculinas. Y, a la inversa, para mantener la histórica negación jurídica de derechos gays – es decir, impedir un matrimonio homosexual – debe hacer una lectura progresista de derechos trans y admitir que un trans masculino es un hombre y que precisamente por eso no puede casarse con otro. Ambas interpretaciones jurídicas son posibles(5) y lo interesante de la paradoja es que en cualquiera de los dos casos, hay un resultado positivo para la diversidad sexual. Por supuesto, sabíamos que era más probable que el matrimonio se permitiera bajo el argumento de que el hombre trans es “mujer ante la ley” porque a las autoridades civiles les asustaría menos admitir un matrimonio un poco raro que admitir que de la plasticidad del género no se escapa ni siquiera el Derecho. Y es así como terminaron casándose dos señores de frac: a nuestro criterio, un “hombre de sexo legal masculino” y un “hombre de sexo legal femenino”.
Elizabeth: Cuando se provoca una paradoja jurídica, se logra subvertir la juridicidad en el nivel de la lógica y eso es particularmente potente. Si comparamos este UAD con la unión de hecho del 2004, éste va un paso más allá. El contrato del 2004 usaba creativamente una institución pero respetaba a rajatabla la estructura de la sociedad mercantil y los principios del Derecho Civil. En cambio, en el “matrimonio técnico” que Joey y Hugo contrajeron, son las fronteras y principios mismos del Derecho Civil los que se cuestionan: ¿qué es “hombre”?, ¿realmente es tan sólida esa categoría civil?, ¿no rebasará la complejidad humana las fronteras de una institucionalidad sexuada en binario?
Pero hay otra diferencia entre este y el UAD del 2004 y es el nivel de diálogo con el arte. Todo uso alternativo del Derecho tiene un grado de creatividad y un elemento performativo importante. Pero el proyecto del matrimonio, además, fue explícitamente planteado como una colaboración “Arte-Derecho”. En el 2004, pocos fuimos testigos de la performatividad desplegada ante el notario. Mi idea era que el UAD del matrimonio fuera mucho más público y así generara un impacto político, estético y mediático mucho mayor.
Una colaboración artístico-jurídica de la magnitud de este matrimonio sólo fue posible gracias a la acción conjunta de la “pareja” Proyecto Transgénero y TransAction Theatre; la pareja Joey – Hugo y el equipo de trabajo compuesto por Ana Almeida, Hugo Vera, Elizabeth Vásquez, Joey Hateley, Brigitte Greenham (compañera/ amante de los esposos), además de los artistas que participaron en determinados productos y momentos específicos del proceso. Fue como si todos nos casáramos.
El modo en que Joey Hateley practica el arte es muy compatible con el modo en que yo practico el derecho. Para mí, él es un alternativista en su campo, aunque no sea esa la palabra que él use para nombrar su práctica. El alternativismo requiere un dominio sólido de la lógica y la técnica de la disciplina que se quiere subvertir, porque sólo conociendo muy bien las reglas es posible romperlas fulminantemente. Joey hace eso. Por ejemplo, Joey está entrenado en ópera y es esa precisamente la técnica que le permite alcanzar unos registros muy masculinos y otros muy femeninos al cantar. Esto, a su vez, le permite hacer “terrorismo de género” con la voz. Pero la ópera no fue pensada para hacer terrorismo de género, del mismo modo que el derecho mercantil no fue pensado para legalizar uniones de hecho entre gays. El alternativismo es eso. Es volcar técnicas clásicas en usos no ortodoxos.
María Amelia: ¿Puedes ampliar un poco más sobre tu interés por abordar problemáticas de justicia social?
Joey: Cuando estaba en la universidad creé performances feministas que vinculaban mi identidad subyugada con otras personas y grupos marginados, puesto que la opresión siempre se interconecta y se cruza… Resulta imposible hablar de género sin raza, o de sexualidad, de clase y de discapacidad sin nacionalidad. En vez de ponerme a leer acerca de las políticas de afiliación en la teoría académica y crear performances políticos experimentales al respecto, me puse a trabajar como profesor de arte dramático en una escuela grande de clase obrera y posteriormente cursé una licenciatura sobre cómo educar a la gente joven acerca de género y diversidad a través de las artes dramáticas. Después me dediqué a hacer teatro independiente con gente discapacitada, refugiados, jóvenes “en riesgo”, o artistas de hip hop, así como con actores miembros de la Royal Shakespeare Company, en escuelas y en conferencias. Me di cuenta que cambiaba y me adaptaba continuamente en función del contexto y el grupo cultural con el que estuviera trabajando, como un camaleón sociocultural relacionando las problemáticas, experiencias y opresiones marginadas en formas tangibles y prácticas. Empecé a sentirme frustrado con el performance sociocultural experimental de predicar a los conversos, puesto que no parecía lograr cambio alguno en el “mundo real”. Si nos ponemos a pensar en el diálogo feminista intercultural desde el arte progresista, activismo, agenciamiento o teorías de cambio social, éstos pueden parecer inspiradores y bellos, pero en la práctica puede ser una labor dura, difícil e increíblemente desagradable. Como los activistas artísticos, trabajadores sociales, jóvenes o trabajadores en artes dramáticas, no se nos escucha, no se nos valora, no se nos paga o no se nos proporcionan fondos para trabajar con sectores en desventaja. Tenemos menos prestigio social y seguridad laboral que los que escriben o enseñan en medios académicos acerca del trabajo que realizamos.
Elizabeth: El encuentro intercultural, además, puede ser bastante doloroso.
Joey: Tengo cicatrices.(6)
Elizabeth: Sí, tienes cicatrices que lo demuestran.
Joey: La política de afiliación intercultural constituye el opuesto de dividir y dominar. Se trata de personas de distintas subculturas que se dedican a aplicar las teorías feministas en la práctica, a buscar aliados en todos los ámbitos de la vida, inspirarse, compartir, invertir en y expresar creativamente las perspectivas marginadas.
Como actor, reflejo y dialogo con toda conciencia con las experiencias de mis comunidades, y transito entre distintas perspectivas y papeles tanto en el escenario como en la vida real. Si mi identidad es relacional, siempre cambiará dependiendo de quién se está dirigiendo a mí en relación al contexto (sub)cultural en el que me encuentro. Si lo trans se puede ver como la subversión de un estado mental (y corporal), entonces soy un nómada que transita entre distintas identidades de muchas maneras. Si llevo puesto un traje, me tratan de otra forma que si visto mi ropa de patinador, que si estoy en un taller de hip-hop, que si me veo profesional, que si les estoy dando clase a niños, o si ando travestido. Cambio constante y conscientemente en función de dinámicas interpersonales complejas, matizadas por múltiples contextos tales como clase, raza, o contextos (inter)nacionales y geográficos, y para mí eso es trans de por sí. Lo trans es un estado mental (corporal) que utiliza el poder o sistemas en forma subversiva, internamente, para resaltar la falacia o las fallas en el sistema mismo. Lo trans es una subjetividad transitoria que conecta los puntos subversivamente y cambia de forma continuamente en relación al contexto para moverse entre identidades encasilladas. Tanto como una identidad, lo trans es una suerte de conciencia política que implica recurrir a las políticas de afiliación al subvertir las perspectivas establecidas, como un estado mórfico de ser sociopolítico que cruza múltiples comunidades. Lo queer quizás se entiende más de esta manera en el occidente, mientras que lo trans todavía es visto de manera más esencialista, lo cual no tiene sentido para mí, porque muchas veces la gente trans busca subvertir las nociones esenciales basadas en el cuerpo y las narrativas de identidad.
María Amelia: A lo largo de tu experiencia y tu trabajo, tu concepto de trans no sólo no parece adecuarse a los puntos de vista convencionales, sino que confronta la forma en que la gente trans –la gente trans tradicional—se define, a la par que muestra la forma en que el movimiento social tradicional GLBT suele definir el concepto trans --tanto aquí como en Inglaterra y en los Estados Unidos.
Joey: El transexualismo puede ser increíblemente asimilacionista, manteniendo los binarios en formas tradicionales, mientras que el “transgenerismo” se relaciona más con el término “gender-queer” (“género-disidente”) en Inglaterra. Me identifico como trans de manera parecida a lo que Judith Halberstam denomina como fémina nomádica, relacionado con la forma en que Rosi Braidotti se refiere al nomadismo, como un sujeto cambiante y múltiple que evita ser etiquetado como macho simplemente.
María Amelia: Así que te autoidentificaste como lesbiana en algún momento, después como fémina, como transgénero, y seguro que no hay ninguna secuencia, ¿verdad? Como dijiste, son como identidades fluctuantes, ¿no es así?
Joey: Pues pasé de niña “marimacho” a “fémina”, luego a “lesbiana”, a “lesbiana masculina”, a “andrógin@”, a “boi”(7), a “chico trans” y supongo que actualmente soy un “hombre trans”… ¡pero actúo con tantas identidades que ya ni sé en que categoría encajo!
María Amelia: Bueno, volvamos a la boda – ¿cómo fue que promovieron este evento a nivel social? ¿Puedes ahondar más –sé que has mencionado algunas estrategias específicas— en los usos del derecho alternativo? Es decir, ¿cuáles fueron las estrategias y plataformas que utilizaron para el matrimonio gay?
Elizabeth: Promocionamos el matrimonio utilizando un lenguaje muy distinto dependiendo del espacio. Lo presentamos en espacios interculturales, activistas, académicos. Con los medios el mensaje fue sencillo: “la primera pareja gay contraerá matrimonio en Ecuador”.
En determinados momentos del proyecto, nos mimetizamos con el discurso asimilacionista por estrategia. Bajar el perfil y hacerle el juego a la institucionalidad aunque el objetivo final fuera la subversión, permitió que un funcionario público se sintiera suficientemente cómodo como para autorizar un matrimonio tan político como el de Joey y Hugo. Por otro lado, el bajo perfil evitó generar un rechazo inicial que de plano no nos permitiera colocar el debate en la opinión pública más promedio: no en un público académico o politizado, sino en gente de a pie. Ahí hay una diferencia de estrategia entre nuestro transfeminismo alternativista y cierto sector del feminismo radical que no admite concesiones y sentencia: “El matrimonio es una institución patriarcal, es irreconciliable con mi feminismo y estoy en contra de él en cualquier forma o presentación”. Por impecables que sean los argumentos abolicionistas en su crítica a la naturaleza patriarcal del matrimonio, su debilidad es que existen en un lugar que a veces le resulta cómodo al sistema: el margen, a menudo presentado perversamente como el espacio de lucha de cuatro gatos. En cambio, al plantear la subversión desde dentro, a veces logramos incomodar mucho más al sistema porque le hacemos bulla en el Registro Civil y no en un lejano “afuera”.
Joey: En mi caso me encontré en una situación en la que estaba lo suficientemente cómodo como para casarme de una manera en la que sí creo.
Elizabeth: Por otra parte, la experiencia de vivir una institución en la que en principio no se cree es una prueba de honestidad importante. Una de las enseñanzas de este proyecto –el organizar una boda y ejecutarla de principio a fin como hacen tantas parejas en el mundo– fue la de vivir el peso monumental que tiene la institución. Una cosa es decir “no creo en el matrimonio y nunca me casaré”. Y otra cosa es pasar por el ritual, ir a retirar los fracs y sentir los nervios del día anterior al de la firma de un simple papel que entonces entiendes que no es tan sencillo.
Joey: Y la cantidad de papeleo, finanzas y estrés que significó para mí durante meses antes de llegar siquiera a este país, brincando por aros como perrito circense, hizo que me diera cuenta de lo difícil que resulta casarse para una persona cuya pareja es del tercer mundo y quiere desesperadamente entrar a Inglaterra: es una economía de matrimonio en la que resulta imposible que la mayoría ingrese al país, porque se diseñó así a propósito. Los que tienen educación, contactos, dinero, tiempo y conocimiento del sistema sí logran ingresar al país, pero la mayoría no tiene posibilidad alguna.
Elizabeth: Y la legalidad respalda esa economía. El sistema ecuatoriano, por ejemplo, requiere únicamente un certificado de soltería para que un extranjero pueda casarse con un ecuatoriano. En cambio, el sistema británico está diseñado para ejercer un estricto control migratorio y, en esa virtud, Joey debió jurar en nombre de la Reina de Inglaterra que se casaría con Hugo Vera y sólo con él. La idea es evitar matrimonios arreglados por precio y un flujo de extranjeros hacia el Reino Unido.
Joey: Antes de salir del Reino Unido me vi obligado a especificar con quién me quería casar, y a proporcionar copias de su identificación, fecha de nacimiento, ciudad de origen, domicilio, teléfono, y los nombres del padre y la madre. Tuve que explicar dónde y cómo nos habíamos conocido en una entrevista bajo juramento, para poder casarme en el exterior.
Ya en Ecuador, una funcionaria de la Embajada Británica y un empleado del Registro Civil se aliaron para evitar que se llevara a cabo la boda creando nuevas trabas cada semana. Así que cometimos un error pensando que podría intentar pasar por una “mujer normal”, de conformidad con mi sexo legal, para facilitar el proceso. Lo único que logré con eso fue parecer travesti, con lo cual únicamente logramos complicar más el asunto: como destacaba todavía más, no querían creer que fuera mujer como decía en mi pasaporte.
Elizabeth: De hecho, el mismo día en que Joey se presentó de drag queen en el Registro Civil, se había presentado de terno en la oficina de la funcionaria de la Embajada horas antes. También hizo, por precaución, dos declaraciones juramentadas de soltería: una como hombre y otra como mujer. Juró en ambas ser una persona honesta y verdadera. Fue fascinante desde el punto de vista performativo.
Joey: Las mujeres saben muy bien cómo actuar de manera sumisa y cambiar las cosas desde adentro, porque lo han hecho a lo largo de la historia con los hombres con que han estado casadas o no. Puedo decir que desde la óptica de haber sido mujer durante años les tengo un respeto absoluto a las féminas que tienen que recurrir a estrategias para sobrevivir en un mundo masculino todos los días. Pero últimamente casi he perdido la habilidad de actuar como mujer y por eso Ellie luego tiene que darme una patada debajo de la mesa para que me calle, porque como género masculino estás más acostumbrado a poder opinar cuando quieras. Sin embargo, esta experiencia intercultural me ha enseñado a respetar las culturas conservadoras y a darme cuenta de los privilegios que gozo como persona occidental de tez blanca.
Elizabeth: Creo que el proyecto nos probó a ambos en nuestros límites profesionales; a Joey como terrorista del género y a mí como alternativista.
Próximamente segunda parte de la entrevista
Citas:
1) Elizabeth Vásquez es una abogada transfeminista, cuyo trabajo activista en temas de género y diversidad sexual se basa en el diseño original y ejecución de “usos alternativos del derecho”, abreviados como “UADs”. Fundó la Patrulla Legal y el PROYECTO TRVNSGEN3RO – Cuerpos Distintos, Derechos Iguales, y es quien ha marcado las principales líneas discursivas y de acción de esta organización. Contacto: esetos@gmail.com; www.proyecto-transgenero.org 2) Joey Hateley es un artista de teatro experimental transfeminista – actor, escritor, director, educador y activista de arte. Crea obras innovadoras de performance interculturales y transformadoras que abordan temáticas de identidad, diversidad, inclusión y potenciación. Es el Director Artístico de TransAction Theatre Company, una organización que realiza obras performáticas sociopolíticas en colaboración con otras en distintas partes del mundo. Contacto: genderjoey@hotmail.com; www.transactiontheatre.co.uk/ 3) Aborda los campos del género, las sexualidades, las identidades, la ciudadanía en comunidades Latinas LGBT y migrantes en Estados Unidos y Ecuador principalmente. Contacto: maviteri@flacso.org.ec; www.desbordesdegenero.org 4) El “alternativismo” se explica a lo largo de esta entrevista. 5) Dado que ninguna norma jurídica en el sistema ecuatoriano define lo que es “hombre” y lo que es “mujer”, una jueza o juez suficientemente creativa (o) podría reconocer a una persona como “hombre” o como “mujer” en función de su identidad de género, y no en función de las menciones registrales “F” y “M” propias del sistema de identificación civil. Al hacerlo, estaría admitiendo la revolucionaria existencia de “hombres” de sexo legal femenino y “mujeres” de sexo legal masculino. 6) Refiriéndose a una cicatriz permanente en su pecho por habérselo cortado en una performance por las Jornadas Contra la Patologización de la Transexualidad 2010, Proyecto Transgénero-TransAction-FLACSO, 29 de octubre de 2010, documentación y registro fotográfico de Ana Almeida.
7) Término utilizado en contextos queer anglosajones para definir a una persona de sexo biológico femenino cuya identidad de género se acerca más a la masculinidad de un niño que a la de un hombre, usualmente debido a la decisión política de no hormonarse con testosterona.