Entrevista con Elizabeth Vásquez(1) y Joey Hateley(2)realizada por María Amelia Viteri(3)
Fuente: LatinArt.com
María Amelia: Joey y Elizabeth, lo que quisiera primero es un breve recuento de su trabajo. Platíquenme un poco al respecto. Lo utilizaremos a manera de presentación para la entrevista.
Joey: TransAction Theatre Company (Compañía de Teatro TransAcción) crea “Performance from the Periphery” (Performance desde la Periferia) para reflejar y responder a la diversidad en la cultura contemporánea. Con sede en Londres, TransAction Theatre Company crea proyectos basados en problemáticas, innovadores y experimentales de la más alta calidad por medio de performances incluyentes, culturalmente variados y artísticamente multidisciplinarios. TransAction colabora con distintas comunidades, artistas y organizaciones para crear un programa multidisciplinario de proyectos teatrales socioculturales de vanguardia. TransAction realiza proyectos de intercambio cultural artísticos y participativos que exploran las formas en que entendemos nuestra comunidad de identidad y nuestro lugar en el mundo. Su labor se centra en la problemática de identidad, el potenciamiento y la inclusión utilizando teorías de cambio social, teatro de la liberación y políticas de afiliación. Recurrimos al intercambio creativo así como a la exploración para construir interconexiones y entendimiento entre distintas disciplinas, contextos y personas. Dirijo una amplia variedad de proyectos para teatros, conferencias, eventos culturales y capacitación para organizaciones, grupos con intereses específicos, artistas, actores y estudiantes universitarios.
María Amelia: Eli, te haré la misma pregunta en torno a Proyecto Transgénero.
Elizabeth: El PROYECTO TRVNSGEN3RO es a la vez una propuesta política y una organización que se define como transfeminista, intercultural y alternativista.(4) Trabaja en el fortalecimiento de la identidad trans en el Ecuador a través de estrategias socioculturales, políticas, legales, comunitarias, artísticas y combinadas, de ejercicio y exigibilidad de derechos y espacios de los que las personas trans e intersex han permanecido históricamente excluidas. Nació en el año 2002 con la puesta en marcha de la Patrulla Legal –una experiencia de activismo legal callejero con comunidades de trabajadoras sexuales trans de Quito–, que hoy es uno de los componentes del Proyecto. En el 2006 se estableció su segundo componente, la Casa Trans, que además es su sede. Otros componentes son la propuesta artística TransTango y el Programa de Formación de Activistas Transfeministas. Además, el Proyecto Transgénero impulsó la creación de la Confederación Ecuatoriana de Comunidades Trans e Intersex – CONFETRANS.
María Amelia: ¿Cómo empezó esta idea del “matrimonio gay”, a qué se debió?
Elizabeth: En el 2007, empecé a formular teóricamente un uso alternativo del Derecho (“UAD”) que consistiría en la celebración de un matrimonio entre dos hombres. Para lograr esto que en principio sería imposible bajo la ley ecuatoriana, uno de los contrayentes tendría que ser un hombre trans –es decir, asignado “mujer” al nacer–, que conservara el sexo legal femenino en sus documentos a pesar de su identidad social masculina. El otro tendría que ser un hombre asignado varón al nacer, cuyo sexo legal masculino se correspondiera con una identidad social también masculina. Un matrimonio gay en estos términos tendría que admitirse gracias a que lo contraería una pareja ajena a la imaginación del legislador – y a sus prohibiciones.
Llevo ocho años haciendo “UADS” y el proceso creativo comienza por el diseño de una “técnica alternativista” que luego se ejecuta en un caso práctico. La técnica debe intencionar “la subversión desde dentro” del sistema legal; de ser posible en varios niveles e incluso en la lógica que lo cimienta.
En el 2004, diseñé y ejecuté un UAD que considero precursor del matrimonio gay que nos ocupa. Se trató de la regulación de una unión de hecho gay en un momento en que el marco jurídico ecuatoriano todavía no reconocía esta figura en parejas del mismo sexo. La técnica que utilicé en ese UAD fue el “rediseño subversivo” de otra institución ya existente: una sociedad mercantil, de la que dejé sólo el cascarón, vaciando su contenido (regulación de derechos y obligaciones entre socios comerciales) y sustituyéndolo por un contenido distinto: regulación de derechos y obligaciones entre dos miembros de una pareja gay. Valiéndome del principio de “autonomía de la voluntad” que estructura el derecho privado -“se puede hacer todo lo que no esté expresamente prohibido”- incorporé formalidades que emularon el estilo de la institución pública prohibida -el matrimonio- como la comparecencia de testigos y cláusulas de obligaciones “morales” que ellos mismos redactaron. Y como, en virtud del antes referido principio, “el contrato es ley para las partes”, Alex Carrillo y David Bermeo se juraron amor en los términos por ellos mismos pactados, en la Notaría 32 en Quito. El notario no pudo objetar la celebración de esta unión de hecho, intercambio de aros incluido, porque jugamos con su rol en el sistema: el notario es el “dador de la fe pública” y tuvo que limitarse a dar fe de que esta experiencia gay existía.
En el 2008, tuve la oportunidad histórica de trabajar como asesora de la Asambleísta Tania Hermida en el proceso Constituyente de Ecuador y eso me permitió contribuir a la normativa constitucional de familias. El sector gay asimilacionista o “corporativo” se concentró en la agenda de la unión de hecho para parejas del mismo sexo mientras que l@s transfeministas nos concentramos en lograr el reconocimiento de “varios tipos de familia”; un concepto constitucional amplio que incluyera a las parejas del mismo sexo dentro del paraguas de la diversidad familiar, pero también a muchos otros vínculos familiares y parentescos alternativos históricamente desprotegidos por la ley. Y lo logramos. Paralelamente, mi Asambleísta y yo nos jugamos por lograr la formulación de la “no discriminación por identidad de género” y la de la “libertad estética”; normas que sabíamos que iban a establecer parámetros importantes para el desarrollo de derechos trans.
En el marco de esa concepción constitucional vanguardista de “familia” y de género, pero también en el marco tensionante de una especificación constitucional de heterosexualidad del matrimonio que en la anterior Constitución no existía (y que desde el punto de vista formal podría considerarse un retroceso escrito a renglón seguido de tanto avance), llega nuestro matrimonio gay.
Pasando ya a la discusión de la técnica alternativista, la bauticé como “la producción de una paradoja jurídica” y consiste en poner al juez en una situación sin salida en la que, para mantener la histórica negación jurídica de derechos trans – es decir, reducir legalmente a “mujer” a un hombre trans – debe hacer una lectura progresista de derechos gays y admitir este matrimonio entre dos identidades de género masculinas. Y, a la inversa, para mantener la histórica negación jurídica de derechos gays – es decir, impedir un matrimonio homosexual – debe hacer una lectura progresista de derechos trans y admitir que un trans masculino es un hombre y que precisamente por eso no puede casarse con otro. Ambas interpretaciones jurídicas son posibles(5) y lo interesante de la paradoja es que en cualquiera de los dos casos, hay un resultado positivo para la diversidad sexual. Por supuesto, sabíamos que era más probable que el matrimonio se permitiera bajo el argumento de que el hombre trans es “mujer ante la ley” porque a las autoridades civiles les asustaría menos admitir un matrimonio un poco raro que admitir que de la plasticidad del género no se escapa ni siquiera el Derecho. Y es así como terminaron casándose dos señores de frac: a nuestro criterio, un “hombre de sexo legal masculino” y un “hombre de sexo legal femenino”.
Pero hay otra diferencia entre este y el UAD del 2004 y es el nivel de diálogo con el arte. Todo uso alternativo del Derecho tiene un grado de creatividad y un elemento performativo importante. Pero el proyecto del matrimonio, además, fue explícitamente planteado como una colaboración “Arte-Derecho”. En el 2004, pocos fuimos testigos de la performatividad desplegada ante el notario. Mi idea era que el UAD del matrimonio fuera mucho más público y así generara un impacto político, estético y mediático mucho mayor.
Una colaboración artístico-jurídica de la magnitud de este matrimonio sólo fue posible gracias a la acción conjunta de la “pareja” Proyecto Transgénero y TransAction Theatre; la pareja Joey – Hugo y el equipo de trabajo compuesto por Ana Almeida, Hugo Vera, Elizabeth Vásquez, Joey Hateley, Brigitte Greenham (compañera/ amante de los esposos), además de los artistas que participaron en determinados productos y momentos específicos del proceso. Fue como si todos nos casáramos.
El modo en que Joey Hateley practica el arte es muy compatible con el modo en que yo practico el derecho. Para mí, él es un alternativista en su campo, aunque no sea esa la palabra que él use para nombrar su práctica. El alternativismo requiere un dominio sólido de la lógica y la técnica de la disciplina que se quiere subvertir, porque sólo conociendo muy bien las reglas es posible romperlas fulminantemente. Joey hace eso. Por ejemplo, Joey está entrenado en ópera y es esa precisamente la técnica que le permite alcanzar unos registros muy masculinos y otros muy femeninos al cantar. Esto, a su vez, le permite hacer “terrorismo de género” con la voz. Pero la ópera no fue pensada para hacer terrorismo de género, del mismo modo que el derecho mercantil no fue pensado para legalizar uniones de hecho entre gays. El alternativismo es eso. Es volcar técnicas clásicas en usos no ortodoxos.
María Amelia: ¿Puedes ampliar un poco más sobre tu interés por abordar problemáticas de justicia social?
Joey: Cuando estaba en la universidad creé performances feministas que vinculaban mi identidad subyugada con otras personas y grupos marginados, puesto que la opresión siempre se interconecta y se cruza… Resulta imposible hablar de género sin raza, o de sexualidad, de clase y de discapacidad sin nacionalidad. En vez de ponerme a leer acerca de las políticas de afiliación en la teoría académica y crear performances políticos experimentales al respecto, me puse a trabajar como profesor de arte dramático en una escuela grande de clase obrera y posteriormente cursé una licenciatura sobre cómo educar a la gente joven acerca de género y diversidad a través de las artes dramáticas. Después me dediqué a hacer teatro independiente con gente discapacitada, refugiados, jóvenes “en riesgo”, o artistas de hip hop, así como con actores miembros de la Royal Shakespeare Company, en escuelas y en conferencias. Me di cuenta que cambiaba y me adaptaba continuamente en función del contexto y el grupo cultural con el que estuviera trabajando, como un camaleón sociocultural relacionando las problemáticas, experiencias y opresiones marginadas en formas tangibles y prácticas. Empecé a sentirme frustrado con el performance sociocultural experimental de predicar a los conversos, puesto que no parecía lograr cambio alguno en el “mundo real”. Si nos ponemos a pensar en el diálogo feminista intercultural desde el arte progresista, activismo, agenciamiento o teorías de cambio social, éstos pueden parecer inspiradores y bellos, pero en la práctica puede ser una labor dura, difícil e increíblemente desagradable. Como los activistas artísticos, trabajadores sociales, jóvenes o trabajadores en artes dramáticas, no se nos escucha, no se nos valora, no se nos paga o no se nos proporcionan fondos para trabajar con sectores en desventaja. Tenemos menos prestigio social y seguridad laboral que los que escriben o enseñan en medios académicos acerca del trabajo que realizamos.
Elizabeth: El encuentro intercultural, además, puede ser bastante doloroso.
Joey: Tengo cicatrices.(6)
Elizabeth: Sí, tienes cicatrices que lo demuestran.
Joey: La política de afiliación intercultural constituye el opuesto de dividir y dominar. Se trata de personas de distintas subculturas que se dedican a aplicar las teorías feministas en la práctica, a buscar aliados en todos los ámbitos de la vida, inspirarse, compartir, invertir en y expresar creativamente las perspectivas marginadas.
Como actor, reflejo y dialogo con toda conciencia con las experiencias de mis comunidades, y transito entre distintas perspectivas y papeles tanto en el escenario como en la vida real. Si mi identidad es relacional, siempre cambiará dependiendo de quién se está dirigiendo a mí en relación al contexto (sub)cultural en el que me encuentro. Si lo trans se puede ver como la subversión de un estado mental (y corporal), entonces soy un nómada que transita entre distintas identidades de muchas maneras. Si llevo puesto un traje, me tratan de otra forma que si visto mi ropa de patinador, que si estoy en un taller de hip-hop, que si me veo profesional, que si les estoy dando clase a niños, o si ando travestido. Cambio constante y conscientemente en función de dinámicas interpersonales complejas, matizadas por múltiples contextos tales como clase, raza, o contextos (inter)nacionales y geográficos, y para mí eso es trans de por sí. Lo trans es un estado mental (corporal) que utiliza el poder o sistemas en forma subversiva, internamente, para resaltar la falacia o las fallas en el sistema mismo. Lo trans es una subjetividad transitoria que conecta los puntos subversivamente y cambia de forma continuamente en relación al contexto para moverse entre identidades encasilladas. Tanto como una identidad, lo trans es una suerte de conciencia política que implica recurrir a las políticas de afiliación al subvertir las perspectivas establecidas, como un estado mórfico de ser sociopolítico que cruza múltiples comunidades. Lo queer quizás se entiende más de esta manera en el occidente, mientras que lo trans todavía es visto de manera más esencialista, lo cual no tiene sentido para mí, porque muchas veces la gente trans busca subvertir las nociones esenciales basadas en el cuerpo y las narrativas de identidad.
María Amelia: A lo largo de tu experiencia y tu trabajo, tu concepto de trans no sólo no parece adecuarse a los puntos de vista convencionales, sino que confronta la forma en que la gente trans –la gente trans tradicional—se define, a la par que muestra la forma en que el movimiento social tradicional GLBT suele definir el concepto trans --tanto aquí como en Inglaterra y en los Estados Unidos.
Joey: El transexualismo puede ser increíblemente asimilacionista, manteniendo los binarios en formas tradicionales, mientras que el “transgenerismo” se relaciona más con el término “gender-queer” (“género-disidente”) en Inglaterra. Me identifico como trans de manera parecida a lo que Judith Halberstam denomina como fémina nomádica, relacionado con la forma en que Rosi Braidotti se refiere al nomadismo, como un sujeto cambiante y múltiple que evita ser etiquetado como macho simplemente.
Joey: Pues pasé de niña “marimacho” a “fémina”, luego a “lesbiana”, a “lesbiana masculina”, a “andrógin@”, a “boi”(7), a “chico trans” y supongo que actualmente soy un “hombre trans”… ¡pero actúo con tantas identidades que ya ni sé en que categoría encajo!
María Amelia: Bueno, volvamos a la boda – ¿cómo fue que promovieron este evento a nivel social? ¿Puedes ahondar más –sé que has mencionado algunas estrategias específicas— en los usos del derecho alternativo? Es decir, ¿cuáles fueron las estrategias y plataformas que utilizaron para el matrimonio gay?
Elizabeth: Promocionamos el matrimonio utilizando un lenguaje muy distinto dependiendo del espacio. Lo presentamos en espacios interculturales, activistas, académicos. Con los medios el mensaje fue sencillo: “la primera pareja gay contraerá matrimonio en Ecuador”.
En determinados momentos del proyecto, nos mimetizamos con el discurso asimilacionista por estrategia. Bajar el perfil y hacerle el juego a la institucionalidad aunque el objetivo final fuera la subversión, permitió que un funcionario público se sintiera suficientemente cómodo como para autorizar un matrimonio tan político como el de Joey y Hugo. Por otro lado, el bajo perfil evitó generar un rechazo inicial que de plano no nos permitiera colocar el debate en la opinión pública más promedio: no en un público académico o politizado, sino en gente de a pie. Ahí hay una diferencia de estrategia entre nuestro transfeminismo alternativista y cierto sector del feminismo radical que no admite concesiones y sentencia: “El matrimonio es una institución patriarcal, es irreconciliable con mi feminismo y estoy en contra de él en cualquier forma o presentación”. Por impecables que sean los argumentos abolicionistas en su crítica a la naturaleza patriarcal del matrimonio, su debilidad es que existen en un lugar que a veces le resulta cómodo al sistema: el margen, a menudo presentado perversamente como el espacio de lucha de cuatro gatos. En cambio, al plantear la subversión desde dentro, a veces logramos incomodar mucho más al sistema porque le hacemos bulla en el Registro Civil y no en un lejano “afuera”.
Joey: En mi caso me encontré en una situación en la que estaba lo suficientemente cómodo como para casarme de una manera en la que sí creo.
Elizabeth: Por otra parte, la experiencia de vivir una institución en la que en principio no se cree es una prueba de honestidad importante. Una de las enseñanzas de este proyecto –el organizar una boda y ejecutarla de principio a fin como hacen tantas parejas en el mundo– fue la de vivir el peso monumental que tiene la institución. Una cosa es decir “no creo en el matrimonio y nunca me casaré”. Y otra cosa es pasar por el ritual, ir a retirar los fracs y sentir los nervios del día anterior al de la firma de un simple papel que entonces entiendes que no es tan sencillo.
Joey: Y la cantidad de papeleo, finanzas y estrés que significó para mí durante meses antes de llegar siquiera a este país, brincando por aros como perrito circense, hizo que me diera cuenta de lo difícil que resulta casarse para una persona cuya pareja es del tercer mundo y quiere desesperadamente entrar a Inglaterra: es una economía de matrimonio en la que resulta imposible que la mayoría ingrese al país, porque se diseñó así a propósito. Los que tienen educación, contactos, dinero, tiempo y conocimiento del sistema sí logran ingresar al país, pero la mayoría no tiene posibilidad alguna.
Elizabeth: Y la legalidad respalda esa economía. El sistema ecuatoriano, por ejemplo, requiere únicamente un certificado de soltería para que un extranjero pueda casarse con un ecuatoriano. En cambio, el sistema británico está diseñado para ejercer un estricto control migratorio y, en esa virtud, Joey debió jurar en nombre de la Reina de Inglaterra que se casaría con Hugo Vera y sólo con él. La idea es evitar matrimonios arreglados por precio y un flujo de extranjeros hacia el Reino Unido.
Joey: Antes de salir del Reino Unido me vi obligado a especificar con quién me quería casar, y a proporcionar copias de su identificación, fecha de nacimiento, ciudad de origen, domicilio, teléfono, y los nombres del padre y la madre. Tuve que explicar dónde y cómo nos habíamos conocido en una entrevista bajo juramento, para poder casarme en el exterior.
Ya en Ecuador, una funcionaria de la Embajada Británica y un empleado del Registro Civil se aliaron para evitar que se llevara a cabo la boda creando nuevas trabas cada semana. Así que cometimos un error pensando que podría intentar pasar por una “mujer normal”, de conformidad con mi sexo legal, para facilitar el proceso. Lo único que logré con eso fue parecer travesti, con lo cual únicamente logramos complicar más el asunto: como destacaba todavía más, no querían creer que fuera mujer como decía en mi pasaporte.
Elizabeth: De hecho, el mismo día en que Joey se presentó de drag queen en el Registro Civil, se había presentado de terno en la oficina de la funcionaria de la Embajada horas antes. También hizo, por precaución, dos declaraciones juramentadas de soltería: una como hombre y otra como mujer. Juró en ambas ser una persona honesta y verdadera. Fue fascinante desde el punto de vista performativo.
Joey: Las mujeres saben muy bien cómo actuar de manera sumisa y cambiar las cosas desde adentro, porque lo han hecho a lo largo de la historia con los hombres con que han estado casadas o no. Puedo decir que desde la óptica de haber sido mujer durante años les tengo un respeto absoluto a las féminas que tienen que recurrir a estrategias para sobrevivir en un mundo masculino todos los días. Pero últimamente casi he perdido la habilidad de actuar como mujer y por eso Ellie luego tiene que darme una patada debajo de la mesa para que me calle, porque como género masculino estás más acostumbrado a poder opinar cuando quieras. Sin embargo, esta experiencia intercultural me ha enseñado a respetar las culturas conservadoras y a darme cuenta de los privilegios que gozo como persona occidental de tez blanca.
Elizabeth: Creo que el proyecto nos probó a ambos en nuestros límites profesionales; a Joey como terrorista del género y a mí como alternativista.
Citas:
1) Elizabeth Vásquez es una abogada transfeminista, cuyo trabajo activista en temas de género y diversidad sexual se basa en el diseño original y ejecución de “usos alternativos del derecho”, abreviados como “UADs”. Fundó la Patrulla Legal y el PROYECTO TRVNSGEN3RO – Cuerpos Distintos, Derechos Iguales, y es quien ha marcado las principales líneas discursivas y de acción de esta organización. Contacto: esetos@gmail.com; www.proyecto-transgenero.org 2) Joey Hateley es un artista de teatro experimental transfeminista – actor, escritor, director, educador y activista de arte. Crea obras innovadoras de performance interculturales y transformadoras que abordan temáticas de identidad, diversidad, inclusión y potenciación. Es el Director Artístico de TransAction Theatre Company, una organización que realiza obras performáticas sociopolíticas en colaboración con otras en distintas partes del mundo. Contacto: genderjoey@hotmail.com; www.transactiontheatre.co.uk/ 3) Aborda los campos del género, las sexualidades, las identidades, la ciudadanía en comunidades Latinas LGBT y migrantes en Estados Unidos y Ecuador principalmente. Contacto: maviteri@flacso.org.ec; www.desbordesdegenero.org 4) El “alternativismo” se explica a lo largo de esta entrevista. 5) Dado que ninguna norma jurídica en el sistema ecuatoriano define lo que es “hombre” y lo que es “mujer”, una jueza o juez suficientemente creativa (o) podría reconocer a una persona como “hombre” o como “mujer” en función de su identidad de género, y no en función de las menciones registrales “F” y “M” propias del sistema de identificación civil. Al hacerlo, estaría admitiendo la revolucionaria existencia de “hombres” de sexo legal femenino y “mujeres” de sexo legal masculino. 6) Refiriéndose a una cicatriz permanente en su pecho por habérselo cortado en una performance por las Jornadas Contra la Patologización de la Transexualidad 2010, Proyecto Transgénero-TransAction-FLACSO, 29 de octubre de 2010, documentación y registro fotográfico de Ana Almeida.
7) Término utilizado en contextos queer anglosajones para definir a una persona de sexo biológico femenino cuya identidad de género se acerca más a la masculinidad de un niño que a la de un hombre, usualmente debido a la decisión política de no hormonarse con testosterona.
1 comentario:
muy bien por todo el trabajo se ve seriedad y capacidad
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