La "Marcha de las Putas" es una manifestación nacida en Canadá como protesta frente a comentarios machistas emitidos en una conferencia pública por un policía, quien recurrió al clásico argumento de achacar la violencia sexual a la vestimenta provocadora de las mujeres.
La marcha ha trascendido fronteras, organizada por colectivos feministas de distintos lugares del mundo, siempre bajo el común denominador de la lucha contra la violencia sexual y de género desde una postura política y estética de re-apropiación del insulto.
La marcha ha trascendido fronteras, organizada por colectivos feministas de distintos lugares del mundo, siempre bajo el común denominador de la lucha contra la violencia sexual y de género desde una postura política y estética de re-apropiación del insulto.
La Marcha de las Putas - Ecuador está organizada por una plataforma amplia de feministas y transfeministas: mujeres, hombres y personas de diversa condición sexo-genérica que:
1. Frente a la constatación de que "puta" es una palabra que describe prácticamente cualquier conducta que denote insumisión y autonomía femenina - y sobretodo insumisión y autonomía sexual- nos auto-proclamamos putas. Porque así nos han llamado por habernos hecho una ligadura, por tener más de una pareja, por proponer sexo, por no oponer resistencia frente a una violación, por salir de noche, por vestir híper femeninas/os, por rechazar, por contestar... Si ser putas es ser y hacer lo antes descrito, nos apropiamos de la insumisión como actitud feminista y, sí; somos putas.
2. Frente a la represión que sufren l@s trans y otras personas que asumen expresiones de género diversas, nos vestimos de putas. Una diversidad de géneros encabeza nuestra marcha porque reivindicamos la libertad estética y la diversidad de expresiones de género como cuestión transfeminista. Porque pensamos que ni el feminismo es exclusivo de las mujeres, ni la transgresión del género es exclusiva de las personas trans y por eso reivindicamos todas aquellas expresiones de género que rompen con la estética binaria y patriarcal que nos dibuja un mundo de dos lugares únicos: el de las "mujeres femeninas" y el de los "hombres masculinos". Y celebramos la subversión estética, tan encarnada en la hiper-feminidad de la puta y en la del gay que "echa plumas", como en la masculinidad de las mujeres machonas o en la de los hombres que nacieron con vagina; o aún en la indefinición estética de quienes se niegan a asumir una expresión de género inequívoca.
3. Frente a la represión que sufren las trabajadoras sexuales - las putas remuneradas entre las putas otras - nos aliamos en un único bando de putas todas. Rechazamos la estigmatización de las trabajadoras sexuales y afirmamos sus derechos; especialmente su derecho a ocupar el espacio público. Celebramos la posibilidad que algunas trabajadoras sexuales nos han planteado de reivindicar la capacidad de negociación sexual de las mujeres - no sólo en términos económicos - y celebramos, sobretodo, la necesidad de superar la tramposa división patriarcal que se hace de las mujeres y otr@s femenin@s en dos bandos - el de "putas" y el de las "decentes" - división que a menudo hace creer, a las "decentes de su casa", que están en mejor situación que las "putas de la calle".
4. Frente a la negación del placer femenino, y porque puta, muchas veces, significa simplemente "la que goza", nos afirmamos putas. Porque si existen tantas palabras para hablar en positivo de la autonomía y el placer sexual de los hombres - macho, varón, torazo, campeón - y en cambio no existe término alguno que enuncie en positivo la autonomía y el placer sexual de las mujeres - sino tan sólo "puta" y sus sinónimos - nos negamos a quedarnos sin palabras y nos nombramos, por lo tanto, positivamente putas.
5. Frente a la justificación familiar, social, policial, judicial y mediática de la violencia sexual y de género como auto-provocada por las actitudes y estéticas de insumisión femenina, alzamos la voz de putas. Y no nos callaremos hasta que las instituciones, y la sociedad en general, aprendan a ubicar correctamente la responsabilidad social y legal frente a la violencia sexual y de género y empiecen a juzgar no a las víctimas por ser "buenas" o "malas", "putas" o "decentes", sino a los agresores por ser agresores.