A Carolina (primera desde la izquierda) le rompieron la cara en su lugar de trabajo anoche. Penosamente, desde que desde hace un tiempo en la calle se percibe que la diversidad sexo-genérica ya no es un tema tan respetado como antes en el discurso público, la violencia contra la población de trabajadoras sexuales trans ha incrementado. En el anterior altercado que sufrió Carolina, los agresores le dijeron a ella y a una compañera que "los m..." ya se fregaron porque su presidente ya no les quiere. Sí, son una minoría, son mayores, son jubiladas sin pensión y escogieron su género contra todo pronóstico académico. Pero, minorías o no, es una verdadera lástima que las palabras más públicas del país a ellas, concretamente, les hagan esto.
6/1/14
Lo que sigue en el closet
Por: Elizabeth Vásquez
Tomada de la edición impresa del 27 de julio del 2008
Diario El Telégrafo
Tomada de la edición impresa del 27 de julio del 2008
Diario El Telégrafo
Sin desconocer los avances en el tratamiento social y mediático de la diversidad sexual, la nueva visiblidad de “lo GLBTI” – y en particular la presentación del actor político – tiene problemas a su vez nuevos. Hay, entre quienes tratan el tema con seriedad, cierta ingenuidad en el mejor de los casos, y facilismo en el peor, que resulta en la alusión frecuente y equívoca a un “movimiento”, “comunidad” o “colectivo” GLBTI nombrado casi siempre en singular, como si la experiencia GLBTI fuera una sola. Hay también una dosis de manipulación “corporativa” que proviene de las ONGS de hombres gays ligadas al trabajo en VIH (a nivel continental, incluso), cuyas agendas prefieren esa lectura homogenizante de la diversidad sexual. Su solvencia económica, considerablemente mayor que la de otros colectivos organizados de la diversidad sexual, muchas veces contribuye a difundir una historia oficial que casi podría titularse “aspiraciones sociales unificadas de los ciudadanos GLBTI”. Indudablemente, este sesgo de “ciudadanía gay” prevalece sobre otras experiencias “G – y sobretodo – LBTI”.
Por contrapartida, la diversidad sexual está compuesta por cuerpos distintos y voces variopintas, más allá del común denominador de la no heterosexualidad. Detrás de cinco siglas, realidades sociales, conciencias políticas e identitarias genuinamente diversas coexisten con sus tensiones y contradicciones: a veces conservadoras y otras veces disidentes; no siempre transgresoras ni críticas del orden sexual. Una parte del tratamiento mediático y hasta académico, ha romantizado a “lo GLBTI” como siempre transgresor sin un debido matiz. Y, aunque puest@s a escoger entre la romantización y la antigua fobia generalizada, la primera sea preferible, un proceso real de diálogo intercultural no se beneficia de ella.
El encuentro social exige acceder a fuentes menos inmediatas de investigación y diálogo sobre y con la diversidad sexual. Este esfuerzo pasa por reconocer que ninguna identidad ni práctica sexual pueden entenderse sino, además, en sus entrecruces con otras experiencias que definen y estratifican, como la clase social, el canon corporal, la etnia y el bagaje cultural. Reconocer una realidad GLBTI local, por ejemplo, acusa la necesidad de que la academia ecuatoriana busque más allá de las teorías de género de corte anglosajón que están en auge. Reconocer que la historia oficial y uniformizante de lo GLBTI es tan sexista y clasista como lo es el Ecuador, por otra parte, acusa la necesidad de que los medios de comunicación presten más atención a las experiencias lésbicas y a las experiencias trans (así, en plural), a las que el corporativismo gay ha discriminado precisamente por sexo y clase en su respectivo caso.
Desconocer los entrecruces y matices de la diversidad sexual saca del closet identidades sexuales estáticas – maniquíes diseñados a medida de ONG – y guarda en la profundidad de los cajones esas tensiones que ya deberían estar más presentes en el debate social. Irónicamente, es en este tipo de discusión sincera donde subyace el verdadero potencial transgresor de “lo GLBTI”. Vale la pena, entonces, empezar a sacar a la luz lo que sigue en el closet.
2/1/14
Conclusión: respete para que le respeten.
A propósito de esta vergüenza de artículo:
http://www.planv.com.ec/ideas/ideas/dudas-sobre-una-reunion-historica
Señor Vaca, qué desafortunada su afirmación de que la visibilidad trans "perpetúa el estereotipo del homosexual afeminado, entaconado, cuyo discurso siempre pasa por temas policiales". No sólo que es usted un ignorante respecto de las múltiples reivindicaciones que los colectivos trans han impulsado en Ecuador en todas las áreas (identidad civil, libertad estética, salud en cuerpos distintos, no discriminación laboral, entre otras), sino que no distingue entre orientación sexual, identidad de género y expresión de género, mucho menos conoce que las tres son facetas de la identidad humana que merecen respeto. ¿Usted quiere respeto y sueña con la vigencia del matrimonio igualitario? Pues empiece por respetar a los demás en su identidad, en el género y en la estética masculina o femenina que cada persona asume y vive. ¿Por qué le molestan tanto los tacones en las trans femeninas? ¿Tal vez porque coincide usted con el Presidente en que los hombres deben ser bien hombres y las mujeres bien mujeres? Porque si coincide, felicitaciones por ello; la mala noticia es que el Presidente no coincide con usted en la aspiración de que esos hombres bien hombres puedan casarse entre sí. El mismo asco misógino y transfóbico que usted siente por los tacones trans y las minúsculas y obsesivas lesbianas es el asco que buena parte de la sociedad siente por las prácticas sexuales con las que usted se identifica. Conclusión: respete para que le respeten.
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